Viñas viejas, o muy viejas, pequeñas parcelas donde aún se ve la mano de los viticultores que las cuidaron, y que hicieron de ellas su vida. Y el resultado del cuidado de estas parcelas son vinos de muy pequeña producción.
Tengo la sensación de estar navegando por mares inexplorados… y cada cabo que franqueo, cada curva que supero, siguen apareciendo los “Desert Points”, “Grajagans” o “Uluwatus” vacíos de mis sueños. Y no estoy hablando de surf, y del descubrimiento de algunas de las mejores olas del mundo en Indonesia en los años 70 del siglo pasado. No, estoy hablando de la aventura que esta suponiendo para mí descubrir la tierra de nuestros antepasados.
¿Quién es Manin?
Multitud de recuerdos me conectan con Emiliano Pérez, Manin. Su presencia es continua en mi memoria; imágenes nítidas forman parte de mí. Como el día en el que en un almuerzo en unas viñas de Santa Eulalia, cogió un tomate de una mata de Pastora, lo cortó en dos con su navaja de injertar, me dio una mitad, le echó sal gorda y nos lo comimos a la sombra de una chopera. Debajo de un nogal me comí, en contra de su criterio, mi primera guindilla… “ahí va lo!” Corrí, bebí agua, creo que hasta vino, pagando el precio de un niño de 6 años que quería ser mayor. Él me hizo conducir “La Pascali”, pequeño tractor articulado, con no más de 9 años. Con él disfruté de un San Vicente antiguo, descubrí los berberechos con su madre Julia, y juré en Las Gaunas con un Logroñés a punto de subir a primera.
Pero, sobre todo, gracias a él, conocí el orgullo del viticultor, aprendí el oficio de la viticultura, y el amor al mundo rural y a sus personas.
Esto es un proyecto colectivo